dilluns, 19 de gener del 2015

Rutina

Observó como vaciaba las paredes de una habitación, cambió de lugar los muebles mientras sonaba música.
Escuchó maullar el gato del vecino, el ruido de los coches y la lluvia tendida en la esquina de la farola.
Acarició el pelaje detrás de la oreja de un felino, que ronroneaba, que notó como la satisfacción era mutua.
Acurrucando su mente fuera de sí, localizó un punto. Des de ese momento, no ha vuelto a despertar.
Des de ese momento, no ha vuelto a yacer, porque lo que podía no mantenerle, la mantiene. Porque entre todo lo pasado, vive un presente. Porque aun quizás todo lo que ha dormido, le quedan más horas para reposar. Porque, aun a ver llorado, puede suspirar y sonreir.
Sintió como un gran cosquilleo le recorriera la espalda. Cada vez más lentamente, hasta caer agotada.
Sintió la sangre, los huesos en el vientre de medianoche. Cautivo, quizás, más de mil ojos con su mirada, pero pocos leyeron a través de ella.
¿Acaso ya es suficiente? ¿Qué mirada le cautivará lo suficiente para ver cómo lo hace la suya a través de unos ojos diferentes?
Te voy a decir un secreto. Si observas sus anteriores miradas, reconocerás una desgracia, una tristeza, un abandono, una apuñalada, miles de razones por las que llorar. Si pudieras caer en esos ojos, gritarias tantas veces ayuda. No te lo puedes imaginar. Algo roto. No puedes imaginartelo...