Noah me consuela, alivia mi dolor y me
ayuda a descansar. Es más que otra persona, no es ni persona. Es algo más que
un nombre. Podríamos decir que es sutil, delicada, pesimista, soñadora,... Nada
más llegar, me ofreció su presencia, pues la llevo conmigo cada día, a cada
hora, a cada minuto. No podría definirla como reloj humano, su tiempo va más
deprisa, o quizás más lento que el nuestro. Todo depende de su punto de vista.
Los demás, decían mucho menos de lo que se podría esperar ella, ilusa, viviendo
en la Vía Láctea, creyendo haber descubierto totalmente el mundo des de ahí
arriba. Si llegas a verla, a veces dan ganas de llorar, de sonreír, de
rabiar,... Si llegas a verla...
El otro día, se asomo
unos minutos. Parecía cansada, pero seguía aliviada. Luego empalideció. Me
contó que su instinto estaba jugando con ella de muy mala manera. Sentí en mi
corazón cada palabra que me iba diciendo. Al acabar, se fue a dormir, dejándome
con un mal estar, dejándome casi en estado de insomnio. Al cabo de unos días
volvió a aparecer. Tenía más color, estaba más alegre, animada. Pero no
reflejaba alivio, ni consuelo, ni descanso... Ella me preguntó la causa de mi
insomnio, yo la culpé. Luego me preguntó la causa de mi indiferencia, yo la
culpé. Entonces, me preguntó la causa de mis lágrimas, y yo la volví a culpar.
Solo supo responderme con un abrazo y desapareciendo.
Hace unas horas me
llamaron por teléfono, era ella. Sollozaba, respiraba de forma agitada. Me
contó que su inseguridad la encerró en su casa. No supe que responder. Solo
colgué y me fui a dormir.
Acabó de despertarme
y no me creo en lo que he soñado. Estaba en una habitación con poca luz, de
color gris. Yo yacía descalza en una cama fría, como el hielo. Al levantarme,
veía que no me encontraba en mi casa. Iba hacia la ventana y reconocía
diferentes lugares de infancia. Era todo muy cálido a fuera, pero dentro
parecía un congelador. Al girarme, me sorprendí por una personita de unos pocos
años menos que yo en un escritorio. Parecía estar escribiendo mientras movía
sus piernecitas colgadas de la silla de madera, arriba y abajo, arriba y abajo.
De repente se giró, y con una sonrisa en la cara empezó a leer su escrito. Iba
sonriendo entre palabra y palabra, mientras la habitación se llenaba de color.
Cuando acabó, se levantó de un salto y corriendo me abrazo. Empecé a sentir calidez,
a ver como yo iba recuperando el color también. Y no solo eso, también sentí
alivio, consuelo. Después de decir un gracias, la niña se fue. Mientras se
alejaba, pude ver como iba creciendo y lo comprendí todo. Era Noah. Tras ese
mismo momento, empecé a sentir cansancio y me fui a dormir.
Mentiría si dijera
que no hay más importantes que tu o por igual, pero lo especial que eres no
cambiará nunca. No lo dije todo en esta otra carta, pero es otra parte más de
lo que aprendí gracias a tu ayuda y a tu sinceridad.