Llorar, caer. Palabras que arrastran todo mi ser. Escuchar, recordar. Desplomandome por no respirar. Venganza en mi memoria, cada historia, cada gloria. Gloria que reprimo, con un gesto y un suspiro. Soñar, intuir, solo necesito sobrevivir. Mas mi garganta retrocede la agonía, esa sin ser conocida. Emmascaro, mirando por una rejilla, cubriéndolo de alegría. Como pájaro enjaulado viviendo un día. Una semana, dos meses. Vacío mi precipicio que llenándose seguira más veces. Corría y sigo corriendo, acumulando cansamiento en el fondo de este pozo sin regreso. Regreso que error sería. Más palabras, más versos, más estrofas escribiría. Sin parar escribo de noche, de día, todas esas cosas que el tiempo no reprimiría.
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Alegría, mi más fiel amiga. Que llenas mis pozos vacíos y oscuros, eres mi perfecta salida. Salida que añoraba y hasta reprimía. ¿Mi mente temor sentía? Calor, disparos, palabras sin descanso. Descanso porque puedo en mi camino dar mis pasos. Balas atravesadas hasta éstas mentes retrasadas, dogmáticas y sin quererlo entrelazadas.
Comida de mi memoria, comida de mis recuerdos. Aquellos que convivirán en la profundidad y que flotarán a mi orilla. Ella, lejana de mi yo interior. Una profunda jungla a la que anido mi persona, mi corazón y, con manos a lo desconocido, moldearán un destino y el perdón.
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