dilluns, 10 de febrer del 2014

Un sueño, 12.

Restablezco la mirada que yacía perdida, fantasiosa. Pero, otra vez, alcanzo el hilo de mi imaginación y mi mente desaparece entre las nieblas de mi deseo. Humedas, felices y entrelazadas. Entonces, aparece.  Recorre cada peldaño de mi vida uno por uno, como si quisera que, esos doce, fueran provocando que temblara. Y lo hize. Medía vuelta, ahí estaba. Con la mirada fija en mis pupilas acaricié la piel hayada bajo su oreja, me acerqué entrecerrando los ojos delicadamente y degollé las ataduras de su deseo. La tempestad saliendo des de sus pulmones hasta chocar en sus labios. Sus brazos apretándome contra su pecho que tambaleaba, cálido. Sin apartarme, sentí tu aliento sobre mi, como una brisa ardiente. Mi oreja fue como alimento para ti. Mi cuerpo aleteaba, labio contra labio, saboreando nuestra respiración agitada. Nuestras mentes conectadas susurraban entre sí sus deseos. Nuestras ansias  deboraron cada rincón de nuestro cuerpo. Fuiste como una droga para mi. Una noche consumiendo cada gramo, cada segundo del tiempo que corría hacia una madrugada sin fin. Reclutando esos trenes a los que dejamos que nuestras paradas pasaran.
Despierto y te miro. Es tan relajante verte dormir. Noto como si el tiempo se parase, ni un sonido, solo tu.

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