La puerta abierta a la que nunca volvió. No retrocedió. Sus pies no daban de sí, como su conciencia. Más su alma vagaba sin estar desconcertada, sin estar ahí, dónde fuera que estuviera. No veía, no oía, no sentía. Cuerpo humano lanzado por sí mismo a ese oscuro vacío infinito. Un cuerpo que yacía ausente en un lugar frío e inhóspito.
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