dimecres, 26 de novembre del 2014

Drops

Una gota, dos, tres...
Des de la uña del dedo. Recorriendo la planta del pie, sugetando mis venas. Acariciando mi tovillo, arrastrándose por mi rodilla. Corriendo, corriendo hasta llegar a mi tripa. Cabalgando en mis clavículas, rozando mis labios.
Hasta atravesar mis ojos y adentrarse en algo más allá de lo que alguien ha llegado a ver en mi.
Gota de sal, de humildad, de miedos, de pasión, de oscuridad. Arrastrando un rímel personalizado, aquel que escondo para auyentarlos a todos.
Cuatro, cinco movimientos que cansan, pero calman un deseo. "Desitg", observamos todo aquello que la curiosidad nos permite. Este maltrato, la matanza de aquello rutinario, solo para querer conocer más allá de lo que creeremos ver. No restamos aquello que hay más allá de lo que vemos. En cada segundo de nuestro ser despierto, sacrificamos nuestra conciencia para poder conocer que es realmente lo que queremos sentir, sentiremos, o ya habremos sentido sin saberlo con claridad.
Cuando ya llevan un cierto tiempo vivos no es que desplazen sensaciones, y tampoco sabría deciros exactamente qué ocurre en estos. Mas en ellos no me incluyo. El deseo tan extremo en mi poco tiempo de vida es como la adrenalina. Lo  más interesante es la comparación con una bomba. Somos explosivos en marcha, con tiempos avanzando o retrocediendo. Pero siempre acabaremos explotando, y desearemos volver a iniciar otro bomba.
Y qué deciros, la soledad me acompaña como estar al lado de un rio, en medio de una tormenta. Aprecias tu mundo rodeado de tristeza. Oyes como los pájaros hace tiempo que dejaron de cantar y las armaduras de tu templo han empezado a construirse otra vez, dándo paso solo a materiales abstractos. Lo orgánico y objetivo empieza a asquear.

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