divendres, 9 de maig del 2014

Cartas a la compañía

Sin compañía,
Caminaba.
Sentía,
No olvidaba.
Intuía,
La mirada la atrapaba.

Encerrada en su cuarto no respiraba. Así era ella. Cuando quería despejarse, se tomaba su café preferido y iba caminando hacia la playa. La despejaba. De todo aquello que la aferraba, le tenía miedo a su alrededor.
Aun lo tiene...
La música y el mar le ayudaba a crear sus palabras conjuntas, aquellas que guardaba en su corazón. Y si, lo sentía muy dentro de ella. Todo. Un odio, un amor, un desprecio, una mirada,... Recuerdos.

¿Cuánto tiempo llevas sin recorrer tus playas? No aquellas en las que andabas. Aquellas que creabas en tu mente. Que eran mágicas, decías. ¿No?
Tu cordura y tu no tenéis buena relación. La relación no se filtraba por la razón. Se escabullía por los ricones de tu corazón. Era un caramelo que no se desacía y que rascaba tu garganta.
Durante un tiempo el peso de tu mundo ha dejado tu balanza descolocada. Y ya no sabes si subir o bajar. Si ignorar o confiar. Si lanzarte, o que te empujen.
Siempre has ido por tu cuenta. Sola y escogiendo caminos a los que estabas o estás de vuelta.
Marioneta de ti misma. Esa parte de ti es demasiado cruel, pero la abrazas. Y la amabas, sabiendo que es culpa tuya.
Las noches eternas a las que te hundes. No duerme tu alma, tejiendo aun partes de su pasado. Mas tu cuerpo suda de frío, frío del viento de tus miedos.
Ahora pierdes las cartas que nunca enviaste. Esas que contaban la verdad de tus sentimientos. La verdad tan relativa y angustiante.
Mañana no sabrás que sentir. Que decir o que pensar delante a aquellos que la cordura encierran.
Vuelas y no sabes volar. Eres un pájaro enjaulado en una prisión de deseos infinitos y quieres escapar.
Aquellos que te entienden ayudan a tus piernas temblorosas, sigues siendo un pinocho deseando ser humana.
Hoy has vuelto a la playa, conmigo. Mi pequeña, tus ojos tienen ganas de llorar. Veo claramente que aun no superaste esas calles de Madrid. Soy tu sombra y ni siquiera me haces caso.
Escucha, la música te ayuda a escribir y lo sabes. El dolor y la felicidad te ayuda a ahogar penas inexplicables.
Sigue hablándome, te seguiré aunque caigue en el precipicio. Porque caeré contigo. Soñaré contigo aunque no duermas. Te cantaré cada noche para que veas que la soledad no existe, te tienes a ti misma, a mi misma.
Pequeña aun eres, abrázame y llora. Calla si lo necesitas y besa el aire de tus recuerdos, que ayudan a mantener tu cordura.

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