dimecres, 21 de maig del 2014

Solo una palabra, luego el café

Esta noche no encuentro la razón para escribir. La luna ya no me hace compañia. ¿Y las palabras? Que decirte. Se juntan, se separan, se cruzan, se rajan. Se van apilando y yo sigo debajo de ellas, buscando el punto y a parte o el punto y final. Pero solo encuentro comas, y puntos suspensivos. Estos últimos, arrinconados y sin fin anterior. Y tengo miedo, lo digo en serio. Miedo a usar más palabras de las necesarias, porque no hay suficientes adjetivos para describirlo.
La marea de miradas sube. Ellas, que como bocas callan pero sienten. Y esa sensación la veo, la siento y intento liberarlas. Clabo mis ojos en su reflejo, prisioneros de aquello que los hacen soñar despiertos. Aquello que llaman mente, que choca en las rocas de la realidad, totalmente ciego y solo. Solo recordando. Recordando también un futuro, llenando de sueño las venas y de café el corazón. El corazón... Aquel que se rompió orgulloso y inseguro. (Que no me echo la culpa, si no el asesino lo disfruta.) Que sigue en cama, en un dormir profundo. No funciono, ni funciona la cafeína. Este órgano está clausurado. No lo entiendes. ¿Verdad? Mucho sueño en venas y ni un poco de café útil para el herido.
La luna, que no la había visto hasta ahora. Está clavada en mi espalda, y me pesa. Como brilla ella, resaltando el lado oscuro de un cuerpo abstracto y mío. Y si me giro me ciega, porque la verdad duele.
Ahora estoy en la cama, y llevo 10 minutos pensando. El temor del mañana. ¿Cómo me sentiré? ¿Cómo pensaré o actuaré? ¿Acaso despertaré? Ayer llovía. Hoy también, pero de forma diferente. Son gotas invisibles, y parar de escribir no me permiten.

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